Las cabezas trocadas, editorial

Corina Matamoros
Septiembre 2003

De: Matamoros, Corina “Las cabezas trocadas» En ocasión a la muestra personal de la artista «Autobiografía: Una exposición de Tania Bruguera», Museo Nacional de Bellas Artes, curada por Corina Matamoros. Ed. MNBA Habana, Cuba, Septiembre, 2003, (ilust.) portada y p.2

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Las cabezas trocadas.1  

por Corina Matamoros

Hay muchas maneras de hacer una autobiografía pero todas implican a la memoria.  La memoria es, entre otras cosas, el medio fecundante de la museología, esa disciplina que se empecina en recordar, para buscar las pistas materiales e intangibles de lo que el hombre y la naturaleza generan en su interacción. La museología trabaja con la memoria: recolecta, almacena, descifra, conserva, restaura los vestigios de la cultura. Y, por momentos, puede llegar a ser una ficción que rescata los evidencias de lo que fue. Una exposición recuerda, a veces, una realidad ficticia que reconstruye algo que la memoria ampara; una zona irreal donde se instrumentan las evidencias de lo real contenido en la memoria. Ya sea de la memoria íntima y personal de un individuo, de la memoria colectiva o de la oficial; ya sea la memoria encarnada en un objeto material o la invocada por la intangibilidad de la transmisión de valores. 

Tania Bruguera se ha convertido, con Autobiografía,  en un auténtico museólogo. Ha ido a buscar las trazas de la memoria en el paisaje sonoro de una vida. Hurgando en una historia personal que es, a la vez, la suya propia y la de tantos otros, nos ha traído la evocación acústica de la historia del cubano que ha vivido la revolución.

La artista nos regala una chambre de écoute donde encontramos las consignas políticas que hemos escuchado, dicho, pensado y repetido durante cuatro décadas. Y como buen museólogo ha investigado con tenacidad esa memoria histórica y personal, política y colectiva; ha recolectado muchas de esas frases, ha seleccionado algunas de ellas como hace todo curador, desechado otras, documentado fielmente las que ha podido y reconstruido con cautela ciertas de ellas cuando no ha encontrado otra alternativa. Tania ha curado su propia obra. O mejor aún, ha construido su obra curando la memoria según el método de la museología. Ha trocado su cabeza por la de un curador para proponernos una inmersión auditiva en la memoria política del cubano. 

Y a la manera de un curador de museo, Tania intenta proveer al espectador «de situaciones de memoria colectiva»; deja sentado que la obra se basa en una investigación histórica; y, por último, acercándose aún más a las rutinas museales, declara que la obra podría considerarse una visión antropológica de la realidad.2

Hay importantes obras de Bruguera que se centran en la Historia, en la de Cuba particularmente. El peso de la culpa, por ejemplo, retoma el acto de comer tierra de los aborígenes cubanos frente a la dominación española. En Estadística se rememora la manera en que se confeccionaban las banderas durante las guerras de independencia de España. Y en El cuerpo del silencio se trata de la opresión del individuo por la historia. No es pues fortuito que en esta Autobiografía se insista en una idea que es primordial para la creadora.

Lo peculiar de su visión es que la artista parece obsesionada con la carga que representan todo tipo de aparato o sistema social sobre la subjetividad. Ya sea la Historia escrita como relación lineal de sucesos, la Historia oficial, los sistemas religiosos, educacionales, informativos, familiares, políticos, morales…, todo parece afligir de alguna manera al hombre individual.

En las obras de Tania los seres humanos podemos ser mechones de cabellos, bolsas usadas de té, carneros muertos o rebaños…En ellas tiene lugar una especie de contacto entre la Historia y el individuo, una zona donde se dirimen sus relaciones de poder, sus obliteraciones, sus conflictos mutuos. Un lugar de reflexión sobre cómo repercute en la sensibilidad de la gente particular, concreta, lo que enuncia  el titular de un periódico,  lo que se escribe en un libro de Historia o lo que significa una política. Por eso sus obras son, a la vez, testimonio y comentario. 

No todos los artistas -ni todas las personas- están dispuestos a comer tierra, a ser apedreados, a estar desnudos en público, a tocar y morder la carne de un animal, a untarse grasa de carnero, a acarrear un rebaño, a ser amarrados en una altura peligrosa y, en general, a explotar su propio cuerpo hasta formas límites. Por demás, las obras de Bruguera pueden olerse, tocarse, inundarnos con el gesto o con la experiencia de un acto; pueden darnos pavor, exigirnos una respuesta, precisarnos a una ejecución concreta como entregar la identificación personal para entrar a una galería o hablar con alguien en una sala de exposición. Tiene razón el crítico Juan Antonio Molina cuando dice que para TB lo fundamental es la experiencia del otro.3

La consigna es una voz -y ¿quién amuralla una voz?, decía el poeta. Una voz que habla a otras voces amparada en la circularidad del sonido y, por qué no, de la comunicación. Una consigna es un flujo, un trasiego de significados deambulando por el éter. Una cuerda que ata gentes. Un propósito que se manifiesta en multitudes. Un asentir colectivo.

Una consigna salta espontánea, a veces, de una emoción compartida. Otras, es fruto de un instante privilegiado del discurso. En ocasiones es creada como mensaje de cuidado designio. Todas, plurales y disímiles, van tejiendo las frases que reconstruyen las pistas sonoras de un tiempo.

Aquí se oye la voz-documento de una soleada mañana de emoción, cuando un suceso hizo vibrar un auditorio. O la voz restituida que hace regresar un anhelo, recordar un deber, enfatizar una voluntad. Todas las voces se escuchan en esta autobiografía.

Al final, ya no sé quién ha curado esta muestra. Entro en la chambre de ecoute y oigo resonar las frases con las que nací y he vivido. Unas más lejanas, otras que olvidé, otras aún que no están y que aparecen poco a poco por el recuerdo reavivado. Siento que en este túnel sonoro estoy reconstruyendo mi propia vida y desfilan, como en una autobiografía, las imágenes irrepetibles de mi experiencia. Como en una especie de filme pasan corriendo las consignas de la escuela, las palabras del mundo nuevo que significó para mi hermana y para mí la entrada en los Pioneros: ese acto de salir de la casa por primera vez y acampar de noche en el río Mayabeque o recoger chatarra para la campaña de materias primas. Veo a mi madre cambiando con alegría su uniforme de ama de casa por el de miliciana, y a mi padre el día que regresó, como un héroe para mí, de caminar los 62 kilómetros de entrenamiento militar. Veo la Plaza – como no verla!-. La gente llora, suda, se ríe, tira piropos, se cita a ocultas entre la multitud, aplaude, te ofrece un cucurucho de maní. Veo venir conmigo a gente que amé, siento el tiempo transcurrido en medio de tantos desvelos y esfuerzos. Veo el primer día de mi hijo en la Plaza. Veo cosas que nadie puede ver, ni la propia artista. Esta es mi creación, mi obra personal e irrepetible, mi intransferible memoria. Trocadas las cabezas, no soy ya museólogo-curador sino autor de esta chambre de ecoute por donde pasa desfilando la sonoridad de mi vida. Cualquiera que escuche puede ser también su autor. Cada oyente será a su vez artista. Y aquel que no haya escuchado ninguna de estas consignas (¿ni Hasta la victoria siempre?) tiene la posibilidad de imaginar su vida a la manera nuestra, acompañarnos un tramo en nuestro recorrido, como cuando en un viaje en tren hablamos con el compañero de asiento. Tampoco la artista (el curador) sabrá nada de esto, será un diálogo privado, exclusivo de la experiencia de quien escucha. 

Esta es una autobiografía en primera personal del plural. Una acción curatorial con la memoria. Una invitación a la historia de nuestras vidas.

Si cada cual escucha su vida, si cada cual reconstruye su memoria y edifica con ello su presente, entonces estamos en camino de esa escultura/ arquitectura social por la que abogaba Beuys, aquella «que no alcanzará su madurez sino cuando cada individuo sea creador, escultor o arquitecto del organismo social.»4 Bruguera se afilia a esa misión en que se funden el arte y la vida.

En referencia a la novela de Thoman Mann.

Tania Bruguera, Proyecto Autobiografía, presentado al Museo Nacional de Bellas Artes, junio 2003.

Juan Antonio Molina. «Entre la ida y el regreso. La experiencia del otro en la memoria«, La Habana 1996.

Joseph Beuys, «J´explore un caractère de champ». Art en thèorie. 1900-1990. Hassan, París 1997.