Sucedió en La Habana

Blog Guggenheim UBS Map
Direlia Lazo
09.06.2014

De: Lazo, Direlia «Sucedió en La Habana«, Blog Guggenheim UBS Map@ES. Publicado el 9 de Junio, 2014 (ilust.)

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Sucedió en La Habana

Derelia Lazo

Hace unos meses fue noticia la visita de Fidel Castro a la inauguración del estudio del artista Alexis Leyva ‘Kcho estudio Romerillo. Laboratorio para el arte’. Los medios se centraron en reportar la aparición pública de Fidel Castro y desatendieron el mensaje de aprobación oficial que conlleva su presencia en la inauguración del estudio y centro de arte dirigido por el artista ‘al margen de la institución’. Dudo que alguien de semejante calibre visite la próxima inauguración de Espacio Aglutinador, el primer centro de arte independiente fundado por artistas hace 20 años. El estudio de Kcho no es la primera iniciativa de este tipo, se están cociendo muchas propuestas similares desde hace unos años, algunas con fines lucrativos como La Fábrica de Arte Cubano dirigida por el músico X Alfonso, recién inaugurada.

Taller con Claire Bishop en la Cátedra Arte de Conducta, La Habana, 2006. Foto: Cortesía Estudio Bruguera Este apogeo de los centros de arte independientes en Cuba me hizo pensar en iniciativas del pasado que marcaron el arte cubano, y sobre todo en el proyecto que en mi opinión fue la plataforma más activa de todas ellas: la Cátedra Arte de Conducta. Fundada y dirigida por la artista cubana Tania Bruguera, la Cátedra surgió en un momento de decadencia en las instituciones oficiales de la enseñanza artística de La Habana. Al mismo tiempo, los grupos de colaboración artística que protagonizaban la escena del arte desde finales de los noventa terminaron por desintegrarse a inicios de los dosmil. Ambos factores ayudaron a que la Cátedra se encontrase con un contexto receptivo a iniciativas que pusieran en crisis la desidia y el en aquel momento emergente vicio del mal arte cubano de hacer branding de sí mismo como estrategia de mercado.

Recuerdo que mis primeros días como asistente en la Cátedra fueron intensos. Coincidí con las pruebas de admisión del tercer curso que empezaban a las 9 de la mañana y terminaban a las 10 de la noche. Durante las tres jornadas de pruebas, el patio de la casa de Tania –sede de la Cátedra– permaneció atestado de estudiantes de San Alejandro, el ISA, de Historia del Arte, artistas autodidactas, poetas, diseñadores, que aguardaban impacientes sus 30 minutos de presentación ante el jurado internacional de críticos y comisarios. Curiosamente, ése sería el único momento de relación jerárquica porque en la Cátedra todos eran co-participantes. La naturaleza abierta y post-jerárquica del proyecto iba en consecuencia con su propósito de generar una estrategia pedagógica que actuara directamente en el medio social.

Siguiendo la orientación ideológica y creativa de su promotora, el proyecto se centraba en la discusión y análisis de la conducta socio-política y la comprensión del arte como instrumento de transformación de la ideología, mediante la acción cívica sobre su entorno. Respondiendo a estas ideas los participantes de la Cátedra dialogaban activamente con la realidad cubana, favoreciendo proyectos procesuales basados en la investigación de campo, en la interacción directa con la comunidad, gestos o acciones concretas en lugar del resultado objetual. Si bien el arte cubano siempre ha coqueteado con lo social y lo político desde la metáfora, la ironía y el doble sentido, la poética generada en la cátedra estaba más bien en la cuerda de la discusión abierta, la confrontación con las paradojas del contexto y el abordaje directo de los vínculos entre la cultura y el poder.

¿En qué consistía el programa? La Cátedra fue un programa de estudios de dos años articulado en talleres semanales con artistas, comisarios, críticos, sociólogos, científicos, tanto cubanos como extranjeros. Claire Bishop, Nicolas Bourriaud, Boris Groys, Thomas Hirschhorn, Anri Sala, Christine van Assche, Dan Perjosvchi, Rirkrit Tiravanija, Artur Zmijewski fueron algunos de los participantes. Cada seis meses un comisario invitado organizaba una exposición con los proyectos recién producidos. En ocasiones la muestra tenía lugar en la propia sede de la Cátedra, en instituciones de la ciudad o en plataformas de mayor visibilidad y proyección internacional como VII Bienal de Gwangju, Corea del Sur comisariada por Okwui Enwezor o la VI Bienal Internacional de Liverpool, comisariada por Lorenzo Fusi.

La Cátedra representó un canal de visibilidad y promoción del arte cubano joven dentro de la isla sin precedentes, más eficaz que la propia bienal de La Habana o la emergente red de galerías. Sin salir de casa la Cátedra atrajo la mirada internacional, a diferencia de lo sucedido en las últimas décadas donde la atención sobre el arte hecho en Cuba se ha generado a partir de exposiciones nacionalistas que tuvieron lugar fuera de la isla.

En el prólogo de ‘Curating and the Educational Turn’, Paul O’Neill menciona la Cátedra como un ejemplo del giro hacia lo educacional acontecido en la práctica artística reciente. Me atrevería a decir que el arte contemporáneo cubano desde finales de los noventa está marcado por un giro hacia lo educacional y que la Cátedra ha sido la máxima expresión de esa corriente. Basta con revisar los grupos creativos que se formaron en el ISA, y la labor constante de artistas como René Francisco con proyectos como ‘Desde una pragmática pedagógica’, que en cierto modo antecede algunos de los principios pedagógicos de la Cátedra. El proyecto artístico-pedagógico de René Francisco tuvo lugar por primera vez en 1989 con alumnos del ISA y consistió en un colectivo de creación donde el diálogo y el intercambio de ideas se daba en una relación horizontal que desbordaba los límites de la práctica docente académica y potenciaba la cultura y el aprendizaje desde la vivencia. Otro de los aspectos cruciales de las diferentes ediciones de la Pragmática fue su entendimiento del rol del artista como obrero del arte que opera desde y con la realidad social circundante.

Paradójicamente la Cátedra cierra sus puertas debido a las necesidades del contexto, la misma razón que la originó. En palabras de Bruguera: ‘Si la Cátedra Arte de Conducta llenó un vacío cuando se creó, en el 2009 había por el contrario necesidad de crear un nuevo vacío precisamente para que el proyecto no se institucionalizara y para darle espacio de acción a los que habían pasado por la Cátedra. Seguir haciendo algo cuando ya no es necesario es un acto formalista y esa no ha sido nunca mi manera de trabajar.’ Lo cierto es que el nuevo vacío creado reta a las instituciones u otros artistas comprometidos a darse prisa y desarrollar alternativas que contrarresten el giro comercial que acecha nuevamente las aulas del ISA.