El Enemigo

Eugenio Valdés Figueroa
2001

De: Valdés Figueroa, Eugenio. «The Enemy.» 2001, Edit by Palacio Abrantes, Salamanca, Spain. 

Tania Bruguera ha elegido el silencio

I.

Una vez, la vi transformada en una cariátide; el techo y las paredes de la galería forzándola a una desconcertante reverencia. Una de las correas que la sostenía también le cubría la boca, e impedía el flujo libre su verbalización. Cuando Homero describía la elocuencia de Ulises, decía que las «Palabras» le emergían de su pecho, no de su boca. Pero Tania no es precisamente una heroína y de su pecho solo sale humildad y obediencia. Mientras el silencio le servía de precario soporte, sostenía en sus manos el corazón aún caliente de una oveja.

El de Tania es un silencio de profunda intensidad, incluso cuando su vulnerabilidad es semejante a una hoja de papel en blanco a punto de ser manchada y tiznada. No por accidente el algodón aparece con frecuencia en su obra, para cubrir el cuerpo o cualquier superficie que impone límites al espacio infinito: un material absorbente, blanco y clínicamente puro.

Pero, a veces, no queda claro si Tania «guarda silencios» o se enfunda dentro de él. De hecho, estar callado es tener cautivo al verbo. El propio Homero afirmaba que los dientes sirven de barrera contra la impetuosidad natural de la lengua. Pero Tania no está satisfecha con lo que la naturaleza le prescribió, y como los límites no son suficientes, crea todo tipo de artimañas.

Antes que otros puedan contaminar su verbosidad, Tania prefiere masticar páginas enteras de «Palabras» extrañas. Con sus dientes, repite el mismo pesado mecanismo de una imprenta; pero el resultado de sus acciones es el deterioro de todo el contenido de libros enteros. Con su propia saliva borra sus escritos hasta que solo les queda la marca del silencio y hasta que cada una de sus páginas se reduce a pulpa estéril. Tanta tinta reducida a una desbordante masa de opiniones dentro de su boca; la escupe dentro de un vial de vidrio cuidando de no derramar ni una sola letra.

Después, sella cada vial con el papel masticado, tan blanco, tan vacío. Si no supiéramos de dónde vienen las Palabras, podríamos decir con seguridad que estas «culturas in vitro» son nada menos que autorretratos. Tania los llama «El cuerpo del silencio»

II.

La historia del arte en Cuba, en este sentido similar a la de cualquier lugar, está rodeada de historia anecdótica que sobrevive en forma de leyendas y rumores urbanos. Una de estas historias trata sobre el escritor Virgilio Piñera durante un encuentro con intelectuales y políticos a principios de la década de los 60. Para ser fiel a esta leyenda particularmente persistente, hay que decir que eran los políticos los que hablaban y los intelectuales quienes escuchaban.

Virgilio respetuosamente pidió decir algunas «Palabras». Se asumió que sus palabras tendrían relación con lo que se estaba discutiendo aquella tarde. Pero Virgilio, tan lacónico como intenso, dijo: «Quiero hacer una confesión. Tengo miedo.»

El miedo nunca está en el pasado. Hemos sido superados por un giro predecible de los hechos que puede poner nuestra seguridad en riesgo, un error que altera las rutinas que rigen nuestra existencia o las consecuencias de nuestra incapacidad de autoanular nuestros desacuerdos. Este tipo de angustia siempre tiene un indicio de presentimiento o instinto.

Pero no es imposible imaginar que las «Palabras» y el «Miedo» se encuentren en algún momento, que incluso intercambien sus lugares. Cuando esto sucede, la «Palabra» y el «Miedo» inician una danza calculada. Clandestinamente desafiantes en ocasiones, evasivos en otras, la «Palabra» y el «Miedo» desarrollan conductas, ocupan territorios y ocultan realidades. Lo que queda es la necesidad de máscaras, metáforas y latente ambivalencia las cuales eluden el peso de lo que ahora se ha hecho indecible.

La confesión de Virgilio parece profética. Quizás es por eso que sus «Palabras» escaparon de la historia oficial para refugiarse en sus márgenes. Las «Palabras» y la culpa giran en torno al silencio de Bruguera. Su «Miedo» no es de ella, es solo un eco que ha finalmente se actualiza.

III.

Hubo un tiempo en que Tania se sintió abatida por la aritmética. Al hacer cuentas, advirtió que la nación podría ser cuestión de números: sumar muertes por aquí, sustraer vidas por allá, multiplicar el pan y el pescado, dividir y conquistar; esa es la ecuación perfecta.

Para ser precisa en sus «estadísticas», todo lo que Tania tiene que hacer es negarse a separar los justos de los injustos. Épicas hazañas entretejidas con remordimiento, desigualdad y «Miedo». Héroes y traidores envueltos en la misma mortaja. En el reino de la culpa, como en el de los muertos, a todos se garantiza un espacio. Tania ha tejido banderas fúnebres en las que enrolla las intensamente intrincadas faenas de la nación. En ellas, la culpa está esparcida por doquier.

«Estadística» comenzó como una sucesión de marcas sobre una pared. Obsesionada con las limitaciones, Tania pintó la pared negra a modo de réquiem mudo. Tensados con hilos y tiras, alineó cabellos sobre la pared con rigurosa geometría. Pero ciertos detalles lo traicionaban. La bandera tenía un comienzo pero le faltaba un final. La esposa de Ulises deshacía su trabajo todas las noches para comenzar de nuevo al amanecer. Tania dilata la espera con puntadas incompletas. Conformar una nación no debe ser tarea fácil. Siempre es un punto a medio camino, donde ella no está, exactamente entre dos orillas.

IV.

Si los reveses pueden tornarse en victoria, entonces muchos reveses contribuirán a una marcha triunfal para toda la toda la eternidad. Erigiendo un monumento, nadie sabrá que no existe el enemigo. El pedestal más adecuado será un libro de páginas escogidas con todo el peso del monumento sobre ellas, algunas páginas sueltas podrían cambiar las cosas. No habrá páginas descarriadas. Aquellas que no se ajusten al canon de la nación serán arrancadas de inmediato.

La victoria debe ser cautelosa, cualquier palabra que se escape Palabra» implicará la escritura de un libro. Al parecer, el revés y la victoria son teoremas complicados. Para resolverlos, Tania respetuosamente guarda un minuto de silencio; luego se dedica a hilar las íntimas ideas de la nación.