Entrevista entre Dan Paz y Tania Bruguera

con Dan Paz
11.05.2013

De: Paz,Danielle. «Entrevista entre Dan Paz y Tania Bruguera», Revista Shifter, Nr. 20 – SHIFTER: What We Can Knot. Ed.: Sreshta Rit Premnath y Matthew Metzger. 5 de mayo,2013. Nueva York/Chicago, Estados Unidos. (ilust.) pp. 124 – 130

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Entrevista entre Dan Paz y Tania Bruguera

con Dan Paz

Pensé que, dada la naturaleza de nuestra relación, sería interesante sostener una conversación. También pensé en aprender cómo hacerme un mejor maestro…

Creo que algunas de nuestras primeras experiencias importantes dentro de la educación son nuestros maestros. Pensé que una conversación sobre la enseñanza sería interesante tomando en cuenta la dirección en que se mueve mi trabajo. Pensé que una entrevista parecería excesivamente determinada, por lo que le doy el nombre de conversación.

Estaba pensando que podíamos hablar sobre el Movimiento Inmigrante Internacional y la relación de los participantes, en cómo establecer una distinción entre esa dinámica y el trabajo con los estudiantes. ¿Hay éxitos y fracasos en esas relaciones? ¿Cuál sería tu filosofía de enseñanza?

Creo que también es de interés que tu no estés necesariamente afiliada a ninguna institución, y sin embargo crees una institución de tu propia práctica. El Movimiento Inmigrante Internacional procura hacer cosas que se adecuen a algunas estructuras institucionales para operar contra ellas. Eso me lleva a pensar en tu filosofía de la enseñanza. De tener tu una filosofía de enseñanza, ¿cuál sería? y ¿estaría separada de tu pensar como artista?

Para comenzar con tu primer comentario, la educación comienza antes de la escuela, en cuanto uno se hace consciente de los demás. La educación es el momento en que uno se conoce como ser social, con la ineludible situación de su papel como parte de la sociedad. Casi podemos decir que la educación es una suerte de entrenamiento para olvidar esto como un fatalismo. Es como enseñarle a uno a encontrar un sentido a su vida -algo que la educación hace más claro- y que sólo se puede producir en un entorno colectivo. Después de eso nos convertimos conscientemente en incesantes estudiantes y maestros, aprendemos a aprender todo el tiempo. Aprendemos a rechazar todo lo que no entra en este proceso: ser una persona loca alienada, una persona sin hogar que suponemos que ha fracasado y por tanto no tiene nada que enseñarnos; alguien de vida corporativa que no desea que «conozcamos», un inmigrante que erróneamente pensamos que no tiene nada que decirnos sobre nosotros mismos, y algo similar con cualquiera que consideremos un fracaso social.

Los inmigrantes son de gran importancia en esta dinámica. En cuanto tocan tierra extranjera con intención de permanecer en ella un breve tiempo o de modo permanente, el resto de nosotros los considera estudiantes. El problema está en que no consideramos que los inmigrantes sean personas de las que podamos aprender. Existe una paradoja en que uno puede ir a otro país para ver a un experto, pero el inmigrante que trabaja junto a uno, que también puede ser un experto, tiene que luchar tres veces más que el resto para que se le reconozca como persona «de la que uno puede aprender». Al hablar de inmigrante incluyo a personas de todos los estratos sociales, antecedentes culturales, carácter étnico, raza, género y trabajo de todo tipo (desde el manual hasta el de orientación intelectual). El problema específico de estas divisiones que intento reunir es que se basan en historias colonialistas, educación racista y prejuicio en general entre naciones, algo que se creó artificialmente para hacer a algunas naciones más poderosas y mejores que otras, de modo que aún responden a la ideología de estado-nación.

Además de esto, la mayoría de los inmigrantes vienen solos o con vínculos muy débiles con una comunidad que se encuentre en el nuevo lugar, de modo que, inevitablemente, esos vínculos para convertirse en un colectivo guardan principalmente relación (pero no sólo ello) con supuestos generales como religión, hábitos culturales, alguien procedente del mismo pueblo de uno, etc. Pero esta es una situación forzada. Uno puede definirse como más mexicano que si estuviera en México, o más japonés que si estuviera en Japón, porque se define ante los demás que pueden conocer sólo generalidades sobre el lugar del que uno procede (sobre todo de comida y música, turismo o algo tomado de las noticias). De modo que la primera batalla educacional en que el inmigrante tiene que participar no es su «asimilación» al nuevo lugar, sino enseñar a las personas que encuentra allí que es un ser humano tan complejo como todos los demás. De modo que la idea del Movimiento Inmigrante Internacional es conferirles poderes a los inmigrantes y educar a los residentes y ciudadanos estadounidenses. Deseamos que se vea a los inmigrantes como seres políticos.

En cuanto a la relación entre mi filosofía de enseñanza y mi pensamiento como artista, creo que el arte político es un instrumento educacional. Si uno hace arte político, está tratando con el acceso, la comprensión y la difusión de conocimiento. La educación hace lo mismo. En ambos casos tiene uno que educar en el tema a las personas +con que trata, a fin de poder tener una conversación que sea fructífera. En ambos casos existen relaciones de poder. Ambos tienen el efecto de hacerlo a uno ver la realidad de modo diferente. Y eso puede crear algo más allá del conocimiento en sí. A fin de crear una reacción, a fin de crear una consecuencia de su trabajo -que es a lo que me refiero al decir político- uno tiene que informar a la gente pero también darle los instrumentos para que analicen por su cuenta.

Cuando el arte le da a uno la respuesta, es propaganda.

Pero si le da a uno todos los elementos para pensar, es arte político y uno puede hacer algo con él. Siento que mi obra se relaciona con la educación, pero hay muchas formas de educar y de tratar el conocimiento. Me interesa mucho el conocimiento emocional, no sólo el conocimiento factual o el conocimiento abstracto, que me gustan mucho, pero también el conocimiento emocional. Es por eso que siempre digo la frase de transformar el afecto social en eficacia política, porque siento que esto es lo que deseo de la educación, ir del aspecto emocional a la perspectiva propia. ¿Por qué lo emocional? Porque es el aspecto no resuelto de uno mismo, es algo que uno tiene que negociar y revaluar en todo momento, no es un elemento estable, es conocimiento cambiante. Es de esperar que la perspectiva evolucione.

¿Responde esto tu pregunta?

Sí. Se me ocurrió algo. ¿Puedes describir tu travesía social y emocional hasta este punto? Puedes responderlo desde el punto de vista de la esfera académica o como estudiante, puedes responderlo como desees…

Básicamente, cuando digo emocional, me refiero a cómo uno procesa lo que ocurre, qué instrumentos escoge para atender a una situación dada, cuándo de sí mismo invierte. Para que sea real, la política requiere una inversión emocional. Es muy difícil identificarse con un político que no puede mostrar cómo maneja las emociones y cómo engrana emocionalmente, incluso si esto a veces significa controlar sus emociones. La parte eficaz de la política es la sensibilización de la gente, sea de modo individual o de masas. Cuando uno no puede ubicar la tesitura emocional de un político, cuando no puede comprender su inversión de tiempo o emociones, esa ubicación imposible de la honradez emocional se convierte en desconfianza. Esto es algo que va más allá del conocimiento factual sobre sus buenas o malas decisiones políticas. En el caso del político, uno tiene que confiar hasta dónde la persona participa y se entrega.

Mi viaje social emocional… no sé cómo responder a esa pregunta… es un descubrimiento continuo porque nunca se tiene toda la información. Siento que aprendo de modo constante. Soy una persona socialmente inadecuada. No conozco las reglas adecuadas, los comportamientos adecuados. Siempre tengo que negociar lo que debo estar haciendo (o lo que creo que la gente espera que yo haga) y lo que deseo hacer. Siempre negociando con otros. Lo social y lo emocional es una lucha, así es para todo el mundo. La lucha para olvidar que eres parte de una sociedad es para mí el verdadero estado de libertad. Como artistas, sencillamente nos concentramos más en esas contradicciones. Los políticos también se enfocan en esas contradicciones. Como artistas, intentamos comprender, exponer, desafiar, aplicar el estado deseado de libertad; los políticos intentan colocar reglas y condiciones para sentirse libres. Nunca quiero hacer lo que la gente desea que yo haga; es ahí cuando siento una libertad social, lo cual es diferente a sentir una libertad política. El único momento en que me siento socialmente libre, es cuando privilegio un deseo personal por encima de la expectativa social.

Cuando digo deseo, quiero decir el deseo personal de imaginar el compromiso social de modo diferente e intentar vivir la vida de ese modo, en lugar de acomodar reglas.

Existe un interesante corolario en tus ideas de tener todas las respuestas. Hay una interesante relación entre esas ideas y tus ideas de libertad. No conoces necesariamente el camino correcto o siquiera esa norma, sino que sólo te mueves a través de ella y ésta requiere que desarrolles tus propias ideas a través de tu experiencia.

Bueno, tu sabes cómo enseño. Improviso mucho, navego esos espacios con toda la libertad que puedo.

Sí.

Creo que un problema que tenemos en la sociedad es que a la gente se le ha quitado el derecho a imaginar cómo hacer las cosas de otra manera. Existe esta normalización de cosas que no debieran ser en absoluto normales. Como, por ejemplo, algunas expectativas sociales…

¿Cómo qué? Dame un ejemplo.

Como la forma en que uno debe comportarse con la gente cuando no haya peligro para la otra persona. Todos estos códigos están, en parte, formulados para hacer que otra gente se sienta bien con la felicidad que uno mismo siente. No reconocen el poder embriagante de la felicidad, sino su restricción. Valoro verdaderamente a la gente socialmente torpe o que al menos piensan con seriedad sobre qué tipo de relaciones ELLOS desean crear.

Hace poco alguien me estaba hablando sobre la futuridad. Abogo enormemente por ello. Me agrada que hable sobre vivir el futuro ahora, incluso si las condiciones no están dadas para hacerlo. Tiene uno que permitirse la libertad de imaginar cómo desea que sean las cosas. Los códigos sociales son una carga. Comprendo que hay ciertos límites. Siempre digo que las leyes se diseñan para momentos anormales y no para momentos normales. Las leyes no serían necesarias si la educación fuera buena. La educación es en parte propaganda del sistema jurídico. Educación es futuridad.

Una vez en un pueblito de Alemania había una calle vacía y las personas esperaban que cambiara la luz para cruzarla. Le pregunté a una mujer ansiosa: «¿Por qué tiene que esperar? No habrá carros en los próximos veinte minutos.» Porque la luz no ha cambiado. Podía ver que su ansiedad crecía, debido a que estaba apurada. Me siento igual en lo relacionado con la conducta social, con la forma en que estamos codificados… incluso si no es adecuado, incluso si es ridículo. No hay necesidad de que se produzcan ciertos comportamientos.

Y lo mismo me ocurre con la educación. La forma en que enseño se adecua al lugar. En la Universidad de Chicago, tenía yo que ser caótica.

¿Tenías que ser caótica?

Sí, porque había tanta estructura, había una cultura muy fuerte del lugar. Disfrutaba no saber qué iba a hacer. Hagamos juntos este viaje porque no sé lo que va a ocurrir. Sabía que sólo podía hacerlo en un entorno estructurado de tal manera. En París, donde enseño, encontré que el primer grupo era muy dependiente de sus profesores, de modo que los obligué a crecer. Cada vez que regreso, soy extremadamente estructurada y disciplinada porque con mucha facilidad puedo pasar al otro extremo. Allí el desafío es que tienen que trabajar muy duro. En la Universidad de Chicago el desafío para ellos era disfrutar un poco más de libertad, escapar una vez de las reglas. Por otra parte, traté de no hablar sobre artistas estadounidenses. Intenté traer a otras personas de América Latina y otros lugares porque esa era la información que no tenían. Necesitaba que ustedes tuvieran la otra cara de la moneda.

Espera, siento curiosidad: ¿cómo fue mi enseñanza?

Bueno, era un poco caótica. Sin embargo, cuando estabas presente, estabas verdaderamente presente. Fue verdaderamente un desafío tenerte como profesora en mi primer trimestre de maestría. Tenía todas esas otras expectativas claras en mis otras clases y, luego, tu clase fue dura de entender.

Esa es la cosa. Siento que muchos de los estudiantes de la Universidad de Chicago estaban enfocados en triunfar y agradar a los profesores para recibir buenas notas.

Supongo que me fue difícil porque en ese momento no sabía cómo ser estudiante. Cuando fui parte de tu seminario, no sabía navegar en el sistema. Era sólo un desafío.

Recibí mayores beneficios de ti con posterioridad, una vez que me sentía cómoda conmigo misma dentro de la institución. No sé si recuerdas cuando en un seminario nos preguntaste sobre nuestra segunda profesión. ¿Lo recuerdas?

Básicamente dijiste: «De no ser artista, ¿cuál sería su segunda profesión?» Y fue tan entretenido pensar cómo cada uno de nosotros ya imbuíamos nuestra práctica en esta segunda profesión. Y todavía hoy en día pienso en ello.

Yo no trato a los estudiantes como estudiantes.

Así es.

Quiero decir, trato de hacerlo así. Sé que hay veces que es necesario ser autoritario, pero trato lo más posible de ser un «maestro» al tiempo de ser alguien que desea tener una conversación con ustedes e intentar entender por qué hacen las cosas. Y siento que siempre intento lo más posible tratar a mis estudiantes como futuros colegas, lo que se está produciendo ahora en el caso de muchos de mis antiguos estudiantes. Creo que esto es de importancia por tres razones: quiero que sepan que los respeto aunque sólo se encuentren «en formación»; en segundo lugar, es una forma de presionarlos para que crezcan un poquito y, tercero, es un intento de dar esperanza a la gente, porque es tan difícil, sobre todo en Estados Unidos, sentir que uno puede llegar a ser artista. De modo que si comienzo a tratarlos como a artistas y no como a estudiantes, ustedes se comportarán y pensarán como tales y comenzarán a entenderlo, de modo que dejan la escuela como artistas jóvenes y no como alguien que se graduó y tiene que tomar un empleo para pagar préstamos.

Sí. Cuando fui a la escuela de arte sentía como si hubiera estado haciendo arte durante un tiempo; aunque había llegado a la escuela más tarde, fue una alegría que fuera así. Había tenido muchas luchas mentales años y años antes de que otras personas las hubieran tenido, por lo que me sentí muy contenta cuando fui a hacer mi maestría. Sin embargo, en todas estas arenas tiene uno esos momentos de «estudiante», en que uno tiene aspecto de estudiante y así se siente. Y entonces, que esto no ocurra en tu clase, resulta un momento duro y maravilloso porque también logra conocer a tus compañeros estudiantes.

Pero creo que el grupo de ustedes funcionó bien, ¿no es así?

Sí, me agradaban y me agradan mucho. Teníamos un grupo verdaderamente bueno y me siento afortunado, sobre todo al oír historias años después de personas que no han tenido ese mismo tipo de lazos.

Lo mismo ocurre con la gente de Arte de Conducta. Todos son realmente buenos amigos. Y siento que para mí esto es muy importante. Cuando uno comienza a enseñar, una de las primeras cosas que enseña es no ser un artista egoísta, sino tener la comprensión de que uno es parte de una generación. Está bien que todos traten de trabajar por un mismo objetivo, pero es importante eliminar este tipo de actitud competitiva en que participan muchos profesores. Es mejor ser iguales y colegas.

Sí.

Otra razón por la que me gusta tratar a los estudiantes como artistas es porque en realidad no me agrada cuando la gente trata la obra hecha por los estudiantes como si careciera de importancia. Eso no es cierto. Quiero decir, crecí como artista mirando las obras de Ana Mendieta. Una parte importante de su producción, que podemos ver en museos y galerías, la hizo de estudiante. Procede de sus días escolares en Iowa. Eso me marcó de veras. Por ejemplo, creo que la obra de Matthew Metzger – o la tuya – hecha en sus días de estudiante, se exhibirá y evaluará como obra suya sin el adjetivo de «estudiante». Sólo se juzgaría por la intensidad y agallas que pongas en ella. ¿Serán su mejor obra o tu mejor obra? No lo sé. Mi trabajo Homenaje a Ana Mendieta se hizo cuando yo era estudiante y todavía es un punto de referencia en mi obra y ha sido estudiada y presentada en libros de historiadores del arte. Comprendo que la escuela puede ser un momento en que se experimente y se ensayen cosas nuevas. Pero están todos esos artistas relevantes que eran «muchachos» cuando hicieron toda esta sorprendente obra. Todos esos «muchachos» que van a la escuela ahora son de la misma edad que eran ellos. Creo que esto presiona a los estudiantes a tomar en serio su trabajo.

Siempre les digo: traten de trabajar ahora como si su obra fuera la preparación para una exposición personal dentro de cincuenta años. Que traten de hacer arte para que dentro de cincuenta años puedan enorgullecerse de lo que ahora hacen.

¿Cómo piensas que haber crecido en Cuba dio forma a esas ideas?

Crecí en los momentos en que surgía la generación de los ochenta y gran parte de lo que tomé de aquel tiempo fue la energía del trabajo. Puede que la energía fuera más importante que la obra en sí. La obra era casi más una justificación para tener esa energía, para generar una revolución interna que le permitiera a uno desear cosas. Aún busco eso en mi obra. Esta experiencia me dio una relación menos prístina y menos delicada en relación a la forma y a la producción. Siento como si mi obra hoy tuviera menos que ver con producir arte y más con generar situaciones. Enseño con el mismo grado de libertad y permisibilidad como el que me concedo yo misma cuando hago arte.

Soy una profesora que puede estar equivocada, y ser dudosa e ignorante: soy una estudiante. No me agradan las jerarquías. Todos mis profesores en La Habana eran no jerárquicos. Uno sabía que eran importantes y los respetaba como artistas porque eran los mejores profesionales del momento, pero siempre se producía esta amistad. Otra cosa es que creo en la clase fuera del aula, el momento en que el estudiante no cree estar aprendiendo, el momento en que el estudiante no cree que debe prestar atención. Esto es lo que más me gusta. Salir con los estudiantes a tomar café y conversar. Esos son los momentos en que siento que puedo ser más eficaz… aunque ahora me digas que te hice hacer ese ejercicio y estás traumatizada por él.

Oh, no estoy traumatizada.

Exactamente, pero sabes… bueno, la gente de tu clase sigue siendo amiga y sigue conversando: eso es lo que valoro. Enseñar para mí no es sólo uno o dos semestres. Tengo muchos problemas con las estructuras institucionales. Siento que mi enseñanza sigue produciéndose ahora. Es compartir y hablar uno con el otro y toma todas esas formas y formatos. Al igual que el otro día que estábamos todos juntos poniéndonos al día. Me encantó. Estábamos en una casa juntos y la enseñanza era ponernos al día. No lo hiciste para mostrarme tus tareas. No sé por qué lo hicimos. Puede que sólo sea que disfrutamos la compañía uno del otro.

Imagínate.

Eso es lo que me gusta. A veces hago preguntas que la gente no puede responder de inmediato. Y me hace feliz que me digas que aún estás pensando en ellas, porque eso es lo que quiero.

Esa fue una crítica muy dura.

¿Sí? Lo siento.

No, no lo sientas.

Siempre pienso que valorar el tiempo en la escuela es valorar la crítica intensa, dura y constructiva de tus iguales, porque cuando se van es raro que tengan un grupo de amigos como ustedes que pueden reunirse y seguir hablando de trabajo. Eso es muy raro y agradable.

Me siento verdaderamente afortunada de poderme reunir colectiva o independientemente con ellos.

Recuerdo que cuando ustedes estaban a punto de graduarse estaban aterrados. Me preguntaste: «¿Qué voy a hacer ahora? ¡Qué voy a hacer!» Y recuerdo que yo les hablaba a ti y a Marilyn sobre lo que podrían hacer.

El año después de la escuela fue duro.

Yo sabía que iba a ser duro. Y mi recomendación fue que se unieran, que intentaran seguir reuniéndose en busca de crítica, porque sabía que eso iba a ayudarlos en ese momento de transición. Mi único consejo era que no se desconectaran y no perdieran la estructura crítica que les daba la escuela. De modo que me alegró mucho ir allí la otra noche y que todos estuvieran y siguieran reuniéndose. Eso es lo que me enorgullece como profesora. No una calificación ni nada de eso. Era darles a ustedes una estructura que pudiera funcionar positivamente para su creatividad. No soy una persona técnica, de modo que nunca te enseñaría cómo editar un video.

Cuando eras estudiante, ¿sentiste algún gran momento de aprendizaje que influyera en tu conversión en educadora?

Mis años más importantes fueron aquellos en que estaba entre los doce y quince años de edad.

Tuvimos a este profesor, Juan Francisco Elso, quien nos sacaba del estudio en la escuela y nos llevaba al campo, para tratar de hacernos comprender que el arte puede hacerse en otro lugar. Siempre he aprendido más fuera de la escuela que dentro de ella.

Ser el ser humano que soy tomó forma entre mis doce y mis dieciséis años. Esos años lo conformaron todo.

Fueron años decisivos para aprender sobre mí misma. Aprende uno a tener ciertos principios con los cuales vivir  y a los que uno no puede regresar como artista. Estar presente fue verdaderamente importante para mí a esa edad. Y creo que ahora todavía es así el tiempo que estoy cara a cara con la gente y con los amigos, buscando una forma de encontrarnos en persona.

Al hablar de educación hay un punto en que uno no está aprendiendo realmente, sino mas bien implementando cosas, aprendiendo a colocarlas en lugar de hacer algo nuevo. Aprender quién es uno, funciona de la misma manera.

¿Siente que tiene fallas como estudiante en las que piense como educadora?

En realidad pensaba que no era buena en nada hasta que encontré el performance. Era muy inadecuada. De modo que pensé en ello como profesora. Dar espacio a la gente para que sintiera de ese modo y entonces alentarla. La gente pasa mucho tiempo haciendo lo que no le gusta. Llevo a los estudiantes a una situación muy extrema para que tengan que elegir.

¿Cómo desafías entonces tus propios sentimientos de inadecuación?

Me agrada ser vulnerable porque el estudiante necesita ser capaz de rebelarse contra mí. Creo que tu grupo lo hizo en algún momento. Y para mí, eso es un éxito.

Sí.

Significa que si pudieron enfrentarme a mí, lo harán con otras personas en posición de autoridad. Gran parte de la educación artística en estos momentos es la enseñanza del sometimiento y la complacencia, lo que tal vez sea una forma de rendirse antes de empezar, que luego se sustituye en otras estructuras del poder y más tarde se traducen en el tratamiento con galerías y curadores.  Deben ustedes subvertir estas estructuras de poder. De modo que siento que si aprenden que está bien cuestionar y rebelarse contra su profesor, puedan hacerlo con otras personas.

Sé que esto no puede hacerse con todo tipo de educación, pero en mi caso yo  creo que la educación debe ir más allá de las notas. Debiera ser sobre desear realmente hacer algo que te sorprenda.

No estoy segura si fue con ustedes, pero una vez dije: «ustedes se evalúan ustedes mismos».

Sí, creo que fue con nosotros.

Existe una tensión ética, porque ustedes desean una buena nota, pero también lo están haciendo en público. Al mismo tiempo, es una forma de decirles que sólo están compitiendo consigo mismos, de modo que tienen que aprender a juzgar y medir su propio avance.

Recuerdo que un año en Venecia (IUAV) presenté un ejercicio sobre autoridad y uno de los estudiantes quiso desafiarme como profesora. Quería que hubiera elecciones en el aula para ver si yo podía seguir de profesora o si ella tomaría mi lugar. Y me encantó. Dije: «Bien, vamos a hablar con la directora y dejar que sea ella quien juzgue». Ella por poco se desmaya. Esto lo llevé al próximo nivel, aquel en que podía haber consecuencias. Yo podía ser despedida o al menos así parecía en aquel momento. La estudiante presentó su filosofía educacional a la clase. Entonces yo presenté la mía. La directora intervino para explicar la filosofía de la escuela y entonces todos votaron y contamos los votos. Y me pareció fantástico porque era la manifestación de un cuestionamiento.

¿Cree que esa situación puede producirse en Estados Unidos?

Hay condiciones muy distintas entre las clases en Estados Unidos, Europa y Cuba. Primeramente, Estados Unidos es extremadamente estructurado y tiene un tipo de presión que casi puede sentirse como represión académica. Por otra parte, es muy evidente el monto de dinero que ustedes pagan y cuántos años estarán reintegrando el dinero.

Toda la vida.

De modo que el profesor casi se siente como quien está prestando servicios. La sociedad de servicios es muy fuerte en Estados Unidos. La gente siente que desea algo a cambio de su dinero. Es un intercambio y no una experiencia. Es una transacción por un servicio pagado. Yo pago mucho, así que es mejor que me den un producto de buena calidad. Hay una suerte de tensión en Estados Unidos en torno al dinero que constituye una presión errónea en el aula.

¿Siente que el sentimiento capitalista le afecta al no haberse criado aquí?

Eso no es lo que deseo del aprendizaje. Por supuesto que uno quiere sacar algo de la experiencia, pero la gratificación inmediata es en extremo problemática. También está ese tipo de codificación de lo que puede esperarse en clase.

Y, de nuevo, sólo puedo hacerlo porque el resto de la gente no es como yo.

Esa es una buena razón. Parece como que ese sentimiento hubiera sido más profundo por no haberte criado en esta cultura. Es como si tuvieras una relación distinta con ella. Me parece lógico.

Cambia muchas cosas. Comprendo más y más. Tengo una amiga que hace un sorprendente trabajo activista que le encanta y siente que está creciendo, pero sus préstamos escolares aumentan en mayo y no podrá seguir haciendo este trabajo. El hecho de tener que dejar de trabajar en algo que le apasiona tanto dice mucho de cómo la industria de la educación ha cambiado de ser un proveedor de conocimiento para convertirse en una cadena a la cual uno está atado, casi un castigo por hacer lo correcto.

Es casi un llamado a la ignorancia o al primitivismo. ¿Quién desea 80 000 dólares en deuda? Lamento decírtelo, sé que pudiera ser para ti algo enorme. Eso me revienta. Lo correcto es crecer y aprender, para tener mejores oportunidades de ser feliz.

Cierto.

Podemos hablar de otra cosa.

Creo con bastante fuerza en lo que dices. Siento que eso fue lo que me motivó a aceptar mi posición en una escuela subvencionada por la ciudad,  que era accesible a todo el mundo. Por supuesto, es una idea, sigue costando dinero pero es mucho más barata que otras instituciones y es pública. A mí me resulta interesante, porque no puedo sino preguntarme si a la gente no le interesa tanto porque paga menos.

¿Sientes eso? ¿Sientes que a la gente no le interesa?

Tengo un amplio espectro de estudiantes, desde estudiantes verdaderamente comprometidos hasta estudiantes que no se interesan para nada.

¿Crees que no le otorgan importancia porque están cumpliendo requisitos? Muchas veces una clase de arte es precisamente eso. De modo que en lugar de dejarse frustrar por ello, les hago una pregunta: ¿para qué es el arte?

En las escuelas de arte suponemos que a la gente le interesa el arte, pero lo que me gusta sobre el community college es que hacen relevante para que es el arte.

Lo que es interesante en esas escuelas es que uno tiene la oportunidad de presentar tal vez otros medios de incorporar el arte a sus vidas. El arte puede ser un dispositivo para muchas otras cosas más allá de funcionar como una autorreferencia de la práctica en sí misma.

He pasado buena parte del tiempo preguntándome qué hago mal.

Eso es enseñar.

Creo en mi participación en esa institución. Sin embargo, necesito cambiar mi forma de pensar sobre el arte y las personas. Siento que me está cambiando como artista.

Eso es lo mejor que pudiera ocurrirte. Si estuvieras en otro lugar, como en la Universidad de Chicago, no estaríamos sosteniendo esta conversación. Tú trabajas en un lugar que no es prestigioso para el mundo del arte. No es el trabajo soñado. ¿Por qué? Porque se da por sentado que una posición tal no promoverá tu carrera. ¿Pero y si haces algo con ello? ¿Y si esta experiencia enriquece tu obra artística? Eso es lo importante y es un regalo, transformación en lugar de posicionamiento social.

Aún está el bochorno que se hereda (sobre todo si uno es joven y desea demostrar que es un artista valioso) cuando se hacen cosas en lugares que no tienen prestigio o caché en el mundo del arte. Eso es algo tan tonto: no tiene que ver dónde lo hagas, a no ser que quieras robar el aura de la institución, sino lo que estés haciendo. Lo único que importa es qué tipo de proyecto propones.

¿Conoces a los muchachos K.O.S.? Tim Rollins y los K.O.S. Algo maravilloso pasó porque Tim no pensó en sus carreras. En lugar de ello pensaba: ¿cómo puedo hacer que el arte sea para ellos?

Cierto.

Esta es la pregunta que te debes estar haciendo en estos momentos. ¿Cómo puede el arte transformar la vida de la gente?

Tengo que decirte que voy a clase y no pienso sobre el mundo del arte. Sólo puedo pensar en quién puedo llevar al aula que los ayude a comprender, a ayudarles a usar los instrumentos para saber más sobre sí mismos.

Porque conozco el valor de la autoconciencia.

Eso es buenísimo. ¿Qué quieres hacer con lo que haces? ¿Por qué te importa?

Reitero constantemente la seriedad con la que tomo la clase y, en un sentido, tengo que reiterarlo para mí misma.

Sí, pero esto no puede ser un «trabajo». La belleza del arte es lo libre que puedas ser. En realidad puedes decidir lo que deseas ser. Ellos deben entender el poder  que eso tiene.

Lo has dicho.

Debes olvidar la enseñanza del arte y hacer que disfruten el arte.

Eso es. Yo disfruto el arte.

Pero no sé qué coño estoy haciendo.

Creo que ese es un buen comienzo.